Columna de Manuel Woldarsky – Abogado

Registrar el abuso para ser protagonistas de las soluciones.

Por Manuel Woldarsky, abogado, coordinador de Terreno Observatorio DDHH y Violencia Policial (24.04.2020).

 

Desde el 18 de octubre del año pasado, todos los habitantes de nuestro país hemos sido testigos de cambios inéditos en la historia: Por primera vez en nuestra vida republicana la sociedad -sin necesidad de representantes de ningún tipo- se cansó de abusos, de desigualdad, de injusticias provocadas por privilegios repartidos entre pocos. Eso, fue el inicio de un proceso que -estoy seguro- llevará a Chile a su refundación.

 

Esa explosiva salida de ciudadanos y estudiantes a la calle llevó -en muchas ocasiones y bajo muchas circunstancias- a que los servicios de seguridad del Estado se vieran sobrepasados, actuando con represión cuando debían ser cautos, criminalizando cuando debían estar atentos a distinguir entre el manifestante y el delincuente, confundiendo ambos conceptos, lo que creó una bola de nieve de abusos contra los DDHH que, como sociedad, no estamos dispuestos a tolerar. No olvidemos que es ilegal.

 

Estos hechos, que lamentablemente se han repetido por todo el país y que han ocasionado muertes, mutilaciones, heridos, presas y presos políticos, llevaron a que el Observatorio de Derechos Humanos y Violencia Policial se perfilara como una organización a disposición de quienes han sufrido abusos contra sus derechos esenciales: ponernos manos a la obra y, como voluntarios, iniciar la tarea de recopilar todos los antecedentes que fueran ocurriendo -en la medida en la que iban desarrollándose las manifestaciones- con la finalidad de guardar registro en caso de irregularidades presenciadas, o derechamente manifestar a quienes imponen la fuerza que, sus medios, no son los correctos. Incluso, para hacer públicas las experiencias que nos permitan, en definitiva, ser un aporte al debate nacional respecto de qué tipo de policía queremos para nuestro país, desde la base de los excesos en los que ha incurrido hasta la fecha.

 

En ese contexto, el rol que ejercemos durante el desarrollo de actividades públicas es vital, pues con nuestra presencia los actores principales en una manifestación actúan distinto a cuando no estamos: los propios funcionarios policiales notan que hay alguien examinando la legalidad de sus actuaciones, inhibiéndose (en muchos casos) de considerar la “Justicia por mano propia” como una posibilidad, pues no pedimos permiso para registrar su actuar, el que -compartido a través de distintos soportes- se convierte en una herramienta que puede incluso salvar la vida de personas, o ser determinante en su libertad.

 

El observador y la observadora son personas como cualquiera, que conocen lo importantes que son los tratados internacionales de Derechos Humanos que Chile ha suscrito y que entienden que son ley en nuestro país, por lo que los funcionarios policiales están obligados a respetarlas. Estamos equipados con algunos implementos que nos permiten ser distintivos en una manifestación y resguardar nuestra integridad, ya que en una manifestación el actuar policial siempre es agresivo y sin distinción, pero hay que ser claros: los observadores de DDHH no somos los protagonistas, no tenemos bando ni debemos caer en la dualidad de lo correcto-incorrecto, los protagonistas son las y los manifestantes, nuestro rol es de registrar y poder contar lo ocurrido después. Somos garantes de la misión más importante de todas: que los derechos de todas y todos se respeten, sin excepción. Por eso somos Observadores.

 

Invito a todas y a todos a ser parte de esta hermosa experiencia, la que, si bien nos pone en cierto riesgo de pasar un mal rato, permite que las leyes de nuestro país se respeten, salvaguarda que se cumplan para todos los derechos que como personas merecemos, sin importar si estamos del lado correcto o equivocado, pues para el observador(a) de DDHH, el objetivo es que la persona sea respetada en su dignidad y en sus derechos, sin distinción de ningún tipo y en todo lugar, no importa donde se encuentre ni lo que haga. Y para eso, estaremos siempre en servicio, siempre atentos, hasta cuando la dignidad sea una obligación que todas y todos debamos y sepamos cumplir.